martes, 10 de marzo de 2009

De qué sirven estas palabras

No hay razón para descargar la furia de la luz que no sea darle eternidad a una pequeña porción del tiempo y del espacio (si es que esas dos categorías no son acaso lo mismo). No hay que tener eso claro para seguir jalando del gatillo de una cámara cualquiera; simplemente gustamos del paisaje (muchas veces paisaje humano), desfundamos el arma, mantenemos quieta la muñeca como se pueda y disparamos a sangre fría, como a los cachacos le enseñan.

No se discute, no hay debate, es sólo la necesidad de fotografiar de la que me declaro esclavo. Empieza con una imagen maldibujada que tenemos incrustada vagamente en la cabeza y que por fortuna del andar hallamos accidentalmente en el mundo, que no es perfecta, pero que está próxima, o es capaz de parecerse al dibujo contrahecho de nuestra descarriada imaginación (quién, al revisar una foto, no le ha quedado un sabor insípido como de “carajo, así no era”).

Donde sea que se encuentre mi imaginación, vamos a creer que en la cabeza, hay nubes (y acaso también tormentas). Si queremos coger inspiración, metemos la mano a la nube, como los artistas hacen, y recogemos una obra de la que mal que bien podemos estar orgullosos (pocas veces me pasa pero algo así supongo que es). Los dioses hablan a través de las imágenes, luego cada quien las descifra como puede y empieza su labor creadora.

¿Alguien alguna vez han visto un rectángulo? Yo no. Esa vacía abstracción, esa imagen está en mi cabeza pero no es perfecta, por eso la busco en el mundo, que por voluble tambien me deja insatisfecho: ya que cada fotografía no es la “imagen primera” que mi deseo, melifluo él, quiso congelar, pero que se va rehacer en nombre de otra obra. Para mí, las imágenes que voy a cazar y luego publicar en este bloJ son la fuente de inspiración que recojo para que mi imaginación vaya bien acompañada al más allá.

Aquí se acaban las palabras y que hablen las imágenes(como dice un narrador deportivo de la tele).